Acta Structuralica

international journal for structuralist research

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140736

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M. Merleau-Ponty y la Gestalttheorie

hacia una filosofía de la forma

Karina Trilles Calvo

pp. 5-26

Abstract

Desde sus inicios, Merleau-Ponty tuvo como preocupación fundamental la dilucidación del fenómeno de la percepción, pero las lecciones recibidas, empapadas de racionalismo y empirismo, no le convencieron. Por esta razón, dirigió su mirada a la Psicología de la Gestalt en la que el objeto se hace en su darse a un sujeto corporal de un modo inmediato y adquiere una forma mediante la que aquél queda representado. Ello equivale a otorgarle un sentido propio que le permite mostrarse de un modo único (reconocible). Esta noción de sentido guiará los siguientes pasos de Merleau-Ponty, ya imbuido por la filosofía de Husserl, en la que la Gestalt tomará nuevas etiquetas, pero nunca será del todo abandonada. En los apuntes finales de Le visible et l’invisible apunta la definición magistral de sistema diacrítico, opositivo, etc., haciendo patente que lo relevante es la articulación de lo percibido, coyuntura en la que el vidente y lo visible juegan conjuntamente. Así pues, nuestro objetivo es realizar un recorrido por los hitos fundamentales de la obra de Merleau-Ponty para mostrar cómo nunca abandonó su idea de una “filosofía de la forma”, sino que, simplemente, la transmutó conforme ganaba conocimientos en disciplinas diferentes e iba trocando sus intereses hacia una ontología de lo visible.

En torno, forma a forma,
Los objetos diarios
Aparecen. Y son
Prodigios, y no mágicos.
Jorge Guillén

1 | Introducción: una búsqueda sin fin12

0Merleau-Ponty no es un filósofo al uso, si por tal entendemos al pensador que juega en los límites de su disciplina, indagando los orígenes de deter­minados conceptos para otorgarles, posteriormente, un nuevo sentido en el sistema que está dispuesto a construir. Si bien nuestro fenomenólogo conoce a fondo su tradición filosófica, no duda en salirse de la misma y dirigir sus pasos hacia las ciencias experimentales (neurología, psicología), sociales (lingüística, sociología, antropología), etc., para intentar dirimir una cuestión que guiará el decurso de sus indagaciones desde su primera línea escrita hasta su temprano final: “Notre but est de comprendre les rapports de la conscience et de la nature” (Merleau-Ponty 1942, 1). Dicho objeto pivotará alrededor de la dilucidación de la percepción del mundo circundante, así como del cuerpo propio (Merleau-Ponty 1996, 11), otrora presos en las redes del intelectua­lismo y del empirismo que la convertían ora en una operación meramente intelectual que acaecía en el interior de una conciencia, ora en una amalgama de sensaciones conjuntadas a posteriori por el sujeto. Ambas opciones eran a todas luces insuficientes –como examinaremos con posterioridad– por lo que el joven profesor de filosofía del Lycée de Beauvais encaminó sus intereses hacia la Psicología de la Gestalt, como puede observarse en su “Projet de travail sur la nature de la perception” de 1933 (Merleau-Ponty 1996, 11-13) –presentado para conseguir una beca de la Caisse Nationale des Sciences–. Las investigaciones de la Escuela de Berlín –con sus destacadas figuras: M. Wertheimer, W. Köhler y K. Koffka a las que Merleau-Ponty sumaría la que­rencia por P. Guillaume–, a su juicio,

“semblent montrer (…) que la perception n’est pas une opération intellectuelle – qu’il est impossible d’y distinguer une matière inco­hérente et une forme intellectuelle : « la forme » serait présente dans la connaissance sensible elle-même” (Merleau-Ponty 1996, 11-12)

0He aquí el punto de partida de nuestro pensador que, por primera vez, atisba una escapatoria de las fauces intelectualistas y empiristas: la percepción deja de ser un constructo subjetivo (activo o pasivo) para devenir una estruc­tura propia de lo percibido que le pertenece “esencialmente”, máxima aplicable tanto al objeto-mesa como al cuerpo propio.

0Al año siguiente (1934) solicita la renovación de la beca (hecho que no se produjo), en cuyo Proyecto añade una nueva filosofía que cobraba pujanza en Alemania: la Fenomenología. Era, en cierto modo, un paso “natural” ya que las relaciones entre ambas eran notables. Como señala D. Katz,

“Siempre (…) que describimos en psicología los fenómenos sin prejuicio alguno, hablamos de método descriptivo o fenomenológico. Este método (…) desarrollado por el filósofo Edmund Husserl en su fenomenología, es de considerable importancia para comprender la psicología moderna. Ha influido fuertemente sobra la psicología de la forma, principalmente en Köhler, e incluso me permito afirmar que la crítica ejercida por la psico­logía de la forma sobre la antigua psicología y su propia estructura positiva depende en absoluto del método fenomenológico” (Katz 1945 23)

0Al margen de la contundencia de las apreciaciones de Katz –que, como tal, pueden ser discutibles−, lo cierto es que los inicios de la Gestalttheorie tuvieron lugar en la Alemania de 1910, casi una década después de la aparición de los dos volúmenes de Logische Untersuchungen, así como que aquélla logró su cenit en los años 30 en los EE.UU. cuando el germen de Ideen I ya había calado en el horizonte cultural de los científicos (San Martin 2012, 183). Además, esta peculiar simbiosis fue de doble dirección ya que, si por un lado, la Gestaltpsychologie revitalizó, por ejemplo, la reducción eidé­tica, por otra parte, resulta innegable que la corriente fenomenológica renovó sus categorías hieráticas (Robinet 1963, 17). Merleau-Ponty cruzó el umbral de la Gestalttheorie lo que, presumiblemente, le abrió a la Fenomenología –sin menospreciar el aliento de Sartre (1995 404)– que, lentamente, le atrapó hasta que se convirtió en un referente de la misma.

0Esta transformación puede observarse en sus dos primeras obras publi­cadas, La structure du comportement (1942) y Phénoménologie de la perception (1945). La primera de ellas fue terminada en 1939, pero el estallido de la II Guerra Mundial con su consiguiente llamada a filas, le obligó a dejarla en barbecho hasta que vio la luz en el 42, cuando su autor ya daba por superadas sus ideas. En esta primera Tesis, la Gestalttheorie es el centro de sus devaneos –no exentos de reprensión, como veremos posteriormente– para sortear el criticismo que ahogaba la percepción. Ésta abandona su estatuto de síntesis intelectual para ser un conocimiento vivido de una forma pregnante del objeto, estando, por tanto, déjà-là. Sin embargo, Merleau-Ponty no se deja cegar por las luces de estos hallazgos y propugna la necesidad de buscar “une philosophie de la forme qui se substituerait à la philosophie des substances” (Merleau-Ponty 1942, 142-143). Su insatisfacción con la propia noción de Gestalt y la creciente importancia de la Fenomenología culminaron en su segunda Tesis, Phénoménologie de la perception en la que la Psicología de la Forma deviene el esqueleto figura-fondo, lo que indica que, si bien se aleja de aquélla, no la abandona. De facto, reasoma como discusión con P. Guillaume, Wertheimer, Lewin en sus varios cursos impartidos en la Sorbonne (1949-52) sobre psicología del niño, principalmente (Merleau-Ponty 2001). Parece que la Gestalttheorie es la ola que siempre muere en la playa, en ocasiones con tal suavidad que pasa desapercibida, otras con un brío que deviene inequívoca. Cada obra merleau-pontyana contiene un guiño a esta corriente por lo que nuestro objetivo en las páginas venideras será observar estas apariciones (tímidas o impetuosas), calibrar en qué contextos se dan, en qué puntos acepta la forma y en cuáles se aleja, otorgando toda la importancia a las fuentes primarias. De este modo, concederemos voz a “diversos Merleau-Ponty”, desde el joven profesor de Beauvais hasta el reconocido filósofo de L’Œil et l’Esprit (1964b) dispuesto a reformar la ontología clásica, sin olvidar al doctorando de Phénoménologie de la perception, al docente en la Sorbonne, etc. Sin más dilación, comencemos nuestra andadura clarificando, en primer lugar, qué concibe como Gestalt.

2 | La “Forme” de Merleau-Ponty

0Uno de los errores comunes que empañan el entendimiento de las líneas merleau-pontyanas es aplicar a su lectura la noción de Gestalt tal como ésta era concebida por las figuras de la Escuela de Berlín, es decir, como una configuración perceptiva que, por ejemplo, unifica las líneas contiguas. Si bien Merleau-Ponty toma el rótulo y el hecho de que éste haga referencia al “arrangement contingent par lequel les matériaux se mettent devant nous à avoir un sens, l’intelligibilité à l’état naissant” (Merleau-Ponty 1942, 223), suprime toda referencia a lo químico, lo fisiológico o lo neuronal. La deuda con estos estratos, por un lado, obliga a los psicólogos de la forma a defender que ésta es una totalidad “aislable, destacable, cerrada y estructurada” (Katz 1945, 50); por otra parte, les impone reconocer que sólo sirve para estructuras simples que surgen en las condiciones artificiales del laboratorio (Merleau-Ponty 1964a, 39). Esta cruda realidad le hace alejarse de la Gestalttheorie porque, allende su preocupación por la percepción que carece de sentido entre probetas, aspira a encontrar una categoría que le permita aprehender la ambigüedad ínsita en una existencia volcada en un mundo de relaciones esencialmente abierto en constante reelaboración dialéctica.

0La “Forme” de Merleau-Ponty es inherentemente “ambigua” (Merleau-Ponty 1942, 138) para acoger e intentar superar los esquemas bisojos que cruzan la filosofía (conciencia vs. cuerpo, cogito vs. mundo, etc.). Dicho sobrepaso solo será factible imponiendo un patrón dialéctico circular en el que las posiciones de los conceptos puedan transmutarse. Así, el perceptor podrá ser lo percibido, el cuerpo alternará su autoconciencia con su ani­malidad… La ambigüedad de esta novedosa forma alejada del laboratorio se nos revela como una totalidad con sentido, una estructura, i.e., un modo de organización propio (Merleau-Ponty 1942, 223) que funde los polos antagónicos que tan cómodos le han sido a la filosofía.

0La Gestalt, como comúnmente es conocida, es decir, como el todo que es más que la suma de las partes, es inicialmente aceptada por Merleau-Ponty (1942, 149, 163), pero conforme pergeña su pensamiento se percata que defender que las partes integrantes sólo pueden entenderse en relación a la totalidad que les confiere su sentido, es una definición circular, “négative, extérieure” (Merleau-Ponty 1964a, 258) ya que, por un lado, se hace hincapié en lo que no son los elementos sino en referencia a un todo; por otra parte, solo incide en su configuración externa elaborada por un sujeto que observa un objeto que toma forma ante él. Merleau-Ponty requiere una “Forme” que mencione especialmente la relación, la imbricación –y el consiguiente inter­cambio de roles– de lo que antaño se consideraba antagónico. Por eso, en una de sus notas de trabajo de 1959 se atreve abiertamente –veinte años después de acercarse a la Gestaltpsychologie– a enunciar su definición usando, curio­samente, el vocablo “Gestalt”: “C’est un système diacritique, oppositif, relatif dont le pivot est le Etwas, la chose, le monde et non l’idée” (Merleau-Ponty 1964a, 259). A través de varios términos (“sistema”, “relativo”) re­dunda en el carácter relacional de su forma, así como indica la naturaleza de dicha ligazón (diacrítica, opositiva). Pero, sobre todo, reivindica el germen de su acerca­miento a esta corriente psicológica: lo importante es el algo (Etwas) arrojado en el mundo, no la idea que, supuestamente, ordenaría los datos. Este es, realmente, el trasfondo que cruza el quehacer merleau-pontyano que considera que ese fue el auténtico logro de la Gestalttheorie, una ruptura que hubiese quedado en agua de borrajas si la Fenomenología no hubiese apor­tado un sólido cañamazo conceptual. La combinación de ambas enseñanzas comenzará a plasmarse en Phénoménologie de la perception bajo la noción de “sens”.

0Definición exterior o dependencia de los comportamientos reproducidos en el laboratorio no son, por sí solos, los motivos por los que Merleau-Ponty decide guardar distancias respecto a la Psicología de la Gestalt. La razón profunda de su alejamiento es que la misma repite el naturalismo y el cau­salismo que le imputaba al conductismo. En una nota a pie de Phénoméno­logie de la perception, Merleau-Ponty es sumamente contundente en este punto (algo no habitual en él):

“La réaction contre le naturalisme et contre la pensée causale n’est, dans la Gestalttheorie, ni conséquente, ni radicale comme on peut voir par sa théorie de la connaissance naïvement réaliste” (1945 68 n1)

0En 1945, pues, nuestro fenomenólogo consideraba que la crítica que la Psicología de la Gestalt había construido era un frágil castillo de naipes al edificar su entramado conceptual sobre los mismos supuestos de las teorías que desaprobaba. Quizás sea la razón por la cual, a la larga, no supuso un auténtico avance en “une science de l’homme” (Merleau-Ponty 1964a, 39). Al fin y al cabo, desde el principio redujo las formas psicológicas a pura fisio­logía (Merleau-Ponty 1942, 145), de ahí el papel central del laboratorio, único lugar en el que “todas” las condiciones físicas pueden ser controladas (Merleau-Ponty 1942, 162; 1945, 268 n2). Merleau-Ponty, si bien consi­derará que esta Escuela supuso un cambio notable, nunca estuvo dispuesto a comulgar con este naturalismo y causalismo (Battán 2010, 123; Depraz 1999, 474) que, a su modo de ver, se hacen patente en la “hipótesis de la constancia”. Ésta, en el caso que nos ocupa, no ha de entenderse como la correspondencia perfecta entre una sensación, su estímulo y un locus muy concreto a nivel fisiológico, tal como defendían los estructuralistas (W. Wundt, E.B. Titchener)y los conductistas (J.B. Watson, E. Thorndike). En la Psicología de la Gestalt, la Konstanzannahme conlleva, por un lado, el prejuicio de que existe un mundo objetivo que es ontológicamente primario respecto al vivido (Merleau-Ponty 1945, 34); por otra parte, la defensa de que la disparidad de órganos sensoriales supone la diversidad de datos auditivos y visuales. Para Merleau-Ponty esto último solo es posible porque la Gestalttheorie aplica a sus análisis “une attitude très particulière (…) l’attitude analytique” (Ibid., 261). Si, por ejemplo, me encuentro en mi habitación y miro las hojas esparcidas por mi mesa de trabajo, las percibo naturalmente iguales, pese a que algunas están en sombra. Pero si me convierto en analista de esta situación experimentada y vivida, entonces los folios ensombrecidos siempre han sido diferentes de los otros porque las sensaciones que han originado han sido, desde el principio, dispares. En esta explicación gestáltica podemos observar que no solo juegan con una diversidad de órganos y de estímulos, sino también con una dicotomía que la fenomenología de Merleau-Ponty no aceptará: la del “medio geográfico” vs. “medio del compor­tamiento” (Merleau-Ponty 1942, 139). Cada esfera genera sus propios estímulos, así como sus respuestas. El primero refiere al mundo puramente físico, mientras que el segundo menta el modo en que un sujeto lo vivencia. Ahora bien, ¿Cómo es posible diferenciar ambos? ¿Es factible presuponer un medio geográfico al margen de un espécimen que lo experimente? Obviamente, no, porque todo lo que acaece es percibido por un ser vivo que lo interpreta en función de su bagaje vital y sin este “conocimiento” no puede saberse nada sobre lo físico. La Psicología de la Gestalt elude esta evidencia para encerrarse en la creencia dogmática en un mundo en sí (Merleau-Ponty 1945, 37) que le proporciona, a su juicio, las únicas certezas que la convier­ten en ciencia (Ibid., 61). De este modo, olvida que ser Psicología es “néces­sairement rencontrer, au-dessous de la pensée objective (…), une première ouverture aux choses” (Ibid., 113). Por ello, al aferrarse a la división mentada, así como otorgar preeminencia al mundo físico, está convirtiendo la visión de un objeto en un cúmulo de sensaciones –falsificando así la per­cepción (Ibid., 20)–, cayendo nuevamente en el pozo del que pretendía salir. De hecho, para Merleau-Ponty, abandonando este entramado cegador y sumergiéndonos en el objeto vivido, la hipótesis de la constancia desaparece cual humo (Ibid., 263) y hechos supuestamente inexplicables devienen naturales.

0Merleau-Ponty piensa en este punto en las dificultades para comulgar la pintura de Cézanne y los análisis de la Psicología de la Gestalt. El asunto no es baladí porque este impresionista se convertirá en el paladín de la nueva (endo)ontología merleau-pontyana desde 1945 con su ensayo “La doute de Cézanne” (Merleau-Ponty 1948, 15-45) hasta su obra póstuma L'Œil et l’Esprit. En resumen, dicho artista era el modelo de cómo entender feno­menológicamente la percepción, razón por la cual hubiese sido fundamental su comunión con la Gestaltpsychologie. Sin embargo, ésta se aferra a la perspectiva geométrica –creación renacentista que bien aprovechó Descartes (1996 VI, 113 140-141)– y no comprenden los lienzos de Cézanne que representan “une assiette à soupe de profil dont l’intérieur reste visible” (Merleau-Ponty 1945, 300). Consideran que esta plasmación es una ruptura con la perspectiva artificialis, así como con el tamaño aparente –por ende, con la cercanía o la lejanía– que aquélla facilita gracias a su entramado forjado sobre el punto de fuga. Los psicólogos de esta Escuela consideran tan “natural” dicha perspectiva que suponen que su volumen o su forma es una constancia real (Ibid., 301), no el efecto de una técnica pictórica. Para mantener dicha postura introducen otra dicotomía difícilmente sostenible: la imagen de la cosa proyectada en la retina puede variar, pero existe una imagen psíquica que permanece inalterable (Ibid., 301). No dudan, pues, en complicar su teoría, aunque ello les aleje de su objetivo primario que era dar cuenta descriptivamente del fenómeno perceptivo. La Gestalttheorie deviene un conato fallido más que desencanta a Merleau-Ponty, al menos en lo que se refiere a tomarla como marco para explicar ese folio en el que anota sus disquisiciones. Pero, ¿Podría servirle para otros menesteres? Tanteemos dicha cuestión en el siguiente epígrafe.

3 | Merleau-Ponty: la “Forme” y el comportamiento

0Como indicamos, el objetivo de Merleau-Ponty es superar la sima entre la conciencia y el mundo establecida en la filosofía desde sus inicios, afianzada en las propuestas de Descartes, La Mettrie… y reproducida por el conduc­tismo, ejemplo moderno de exacerbados causalismo y naturalismo. Dicha corriente psicológica –de desmedido éxito en su horizonte cultural– reducía al ser humano a mero expendedor de respuestas concretas a estímulos deter­minados y comulgar con ella, pese a sus notables progresos, conllevaba caer en todos los errores que pretendía superar. Por ello, sus primeros pasos los da junto a la Psicología de la Forma que le permite integrar los niveles físico, vital y psíquico mediante un patrón relacional y dialéctico al considerarlos como “trois plans de signification ou comme trois formes d’unité” (Merleau-Ponty 1942, 217). Estamos, pues, ante dimensiones abiertas entre sí, pero al par subsumidas en el nivel superior que contiene así la totalidad de los ámbitos que componen la existencia humana. No cabe entender ni introducir aquí ningún tipo de causalidad ya que prima la integración de uno en otro cual matrioshkas en la que se establecen relaciones dialécticas (no lineales) que pergeñan lo que conocemos como “comportamiento”. Merleau-Ponty reconoce que, pese a sus múltiples deficiencias, la Psicología de la Gestalt ha facilitado que éste no sea, sin más, Estímulo-Respuesta cuya ventaja era ser fácilmente perceptible y analizable desde fuera –lo que facilitaba el saber de la conducta ajena–. Aquella Escuela rompe con la división entre la psicología objetiva y la de corte introspectivo al defender que la conducta gestáltica no es menos visible en el comportamiento objetivamente observable que en la experiencia de nosotros mismos (Merleau-Ponty 1996, 23; 1945, 112). Así pues, la conducta, que es manifestación del cuerpo, es un modo de conocimiento fidedigno de nuestro propio ser –por lo que no cabe aferrarse al cogito cartesiano– y de la persona ajena –indicándose un posible camino para resolver la problemática intersubjetiva–. Merleau-Ponty, al observar cómo se desvanecían emporios teóricos hasta entonces intocables, decidió acometer una reforma mayor que, a la larga, no cuajó.

0Era leitmotiv diferenciar entre comportamientos simples y complejos, una división a todas luces deficitaria porque, por un lado, se asignaban auto­máticamente los primeros a los animales, cuestión que se complicaba al acercarse al orden de los primates; por otra parte, se atribuía los segundos a los seres humanos minimizando el alto componente instintivo de algunos de sus actos –v.g., cerrar el ojo al acercarle el dedo–. Merleau-Ponty propone tres tipos de comportamiento con el mismo modo de integración que explicamos en relación con lo físico, lo vital y lo psíquico. En primer lugar, refiere las “formas sincréticas” que cabría asimilar a la conducta refleja en la medida en que “le comportement est lié à certains aspects abstraits des situations, soit à certain complexes de stimuli” (Merleau-Ponty 1942, 114). No caben varia­ciones, sino una atadura absoluta a determinadas condiciones ambientales que, además, no admite el aprendizaje. Pero existen conductas relacionadas con el entorno en los que se da un proceso instructivo a las que Merleau-Ponty denomina “formas amovibles”. En éstas priman las señales, no ya el instinto, que implican el establecimiento de un actuar en función de aquello que tiene frente a sí (Merleau-Ponty 1942, 115). Es más, “Le signal est une configuration (Sign-Gestalt)” (Ibid., 116) que conlleva la asimilación de los cambios que, en un proceso circular, originan transformaciones en la constelación inicial (Ibid., 117). Dichas mutaciones son armoniosas (de otro modo, estaríamos ante otra Gestalt) de ahí que Merleau-Ponty compare estas señales que dan lugar a un actuar con una “mélodie kinétique, puisque tout changement dans la fin d’une mélodie en modifie qualitativement le début et la physionomie ensemble” (Ibid., 117). Nos parece una comparación acertada ya que, por un lado, incide en la concordancia inherente a una musicalidad concreta que, a la más leve variación, se transforma en otra diferente –piénsese, por ejemplo, en cómo cambia el “Bolero” de Ravel de un instru­mento a otro–, manteniendo un núcleo común. Pero, además, dicha armonía es kinética, i.e., hace referencia a los movimientos de nuestro cuerpo en el mundo que constituyen, realmente, una peculiar coreografía. Ésta será denominada “esquema corporal” en Phénoménologie de la perception. Cuando escribimos, nuestra corporalidad como un todo se adecúa a tal función que, de variar, obliga a un cambio en aquélla para que las acciones se lleven a cabo convenientemente. Este paralelismo con las formas definidas le hacen considerar que dicho esquema es una Gestalt, en cuanto todo, así como “type d’existence nouveau” (Merleau-Ponty 1945, 116). Esta definición la hará extensible al cuerpo entero en sus últimos bocetos (Merleau-Ponty 1964a, 259) que deviene, no sólo Gestalt, sino condición de posibilidad de todas las formas mundanas. De facto, si la corporalidad no estuviese presente, nada existiría para un sujeto arrojado al mundo y no sólo porque aquélla posee sentidos, sistema nervioso o los medios fisiológicos para procesar los inputs, sino porque somos cuerpo. Él es nuestro existir, nuestro modo de pensamiento carnal, nuestro dirigirnos al derredor y leer/otorgar su sentido al Etwas que deviene, así, objeto-de-uso (Merleau-Ponty 1942, 175). Este no es un proceso meramente subjetivo, sino que la posibilidad de utilización de una cosa ya está ínsita en ella misma, como una llamada a ser usada de una manera u otra e, incluso, de ser desechada para determinada labor. El sentido nace en el fino tejido en el que el ser humano y el mundo se encuentran en perfecta comunión armoniosa, tela que, al ser traspasada, incide en la imbricación entre estos dos polos antaño separados. Ahora, ser es un cuerpo-en-un-universo-de-usos con un sentido que pulula entre los guiones.

0La apertura al aprendizaje de las formas amovibles, su carácter de melodía kinética, el signo unido a su significación que, a su vez, conjuga unos objetos con otros (Ibid., 132), obligan a Merleau-Ponty a superar este nivel para centrarse en las “formas simbólicas”. Con éstas,“apparaît une conduite qui exprime le stimulus pour lui-même, qui s’ouvre à la vérité et à la valeur propres des choses, qui tend à l’adéqua­tion du signifiant et du signifié (…) Ici le comportement n’a plus seulement une signification, il est lui-même une signification” (Ibid., 133)

0He aquí el salto pleno al ámbito de lo humano en el que se centrará en estudios posteriores, abandonando las categorías “sincrética”, “amovible”, incluso, “simbólica” –reaparecerá anecdóticamente en Signes (Merleau-Ponty 1960, 140)–. Con la conducta aquí reseñada es factible la creación de nuevas estructuras (Merleau-Ponty 1942, 189), aseveración que ha de ser entendida correctamente insistiendo en que estructura y forma no son sinónimas (Merleau-Ponty 2001, 265). Esta última es definida en numerosas ocasiones como el todo que supera la suma de las partes (Merleau-Ponty 1942, 49, 101, 182), mientras que structure hace referencia a “la jonction d’une idée et d’une existence indiscernables, l’arrangement contingent par lequel les matériaux se mettent devant nous à avoir un sens” (Merleau-Ponty 1942, 223). Por ello, cuando Merleau-Ponty afirma que la forma simbólica origina nuevas estructuras, nos está indicando que dicho tipo de conducta es creadora de sentidos de ahí que, por ejemplo, las cosas físicas no sean meramente tales, sino objetos-de-uso –como ya indicamos– porque el cuerpo les confiere o des-vela su significación. Estas son múltiples en función del derredor, de la acción a realizar, del esquema corporal, etc., sin que medie el patrón causa-efecto, pudiendo basarse, incluso, en la virtualidad del futuro. Imagínense que disponen ante nosotros una mesa con un palo, unas cerillas, algodón y una planta de aloe, elementos que en el plano físico son muy dispares. Ahora, piensen que nos solicitan que escribamos nuestro nombre sobre un fondo personalizado. Lo allí expuesto adquiere rápidamente el sentido de objetos que cabe utilizar para obtener el fin mentado. Todo el cuerpo se articula para realizar la actividad y en su contacto con las cosas disponibles afloran nuevos sentidos o modos de ser y estar al mundo: el palo se convierte en un bolígrafo improvisado si quemamos su punta con un fósforo, al tiempo que rompemos unas hoja de aloe para conseguir su jugo que será nuestra tintura de fondo. De la pasividad inocua virtual hemos logrado una actividad con sentido crea­dor de sentido. El comportamiento, pues, abandona su estatuto de Estímulo-Respuesta para devenir una peculiar manera de hermanarse con el entorno (Merleau-Ponty 1945, 237), un modo de existencia generadora de sentido (Merleau-Ponty 1942, 136).

0Sin apercibirnos de ello, con cada acto creamos sentido y existencia (Martínez 1980, 77) fundiéndose el objeto de la conducta con el compor­tarse, lo que nos lleva a señalar el carácter intencional de la forma simbólica (Dillon 1971, 436-440). Actuar es dirigirse hacia el mundo, revelarlo como la constelación de utensilios, usarlos para transformar el propio universo en el que se hallan, destapando al tiempo que originando nuevos sentidos.

0En las páginas precedentes hemos analizado cómo Merleau-Ponty se ampara en la Gestalttheorie para esquivar el behaviorismo, cómo elabora una tripartición de formas que, sin embargo, no tendrá continuidad en su quehacer porque, al fin y al cabo, se apoyan en una Psicología que, como ha demostrado, también es causalista y naturalista. Ahora bien, no es menos cierto que su estudio del comportamiento le sitúa ante el sentido que se teje en el constante contacto del ser humano con el mundo que lo acoge, pero ¿le basta con ello? No, porque, a su juicio, no ha alcanzado el estrato primordial que la propia Gestalt señala: el nivel de lo percibido. Veamos cómo Merleau-Ponty se enfrenta a dicho fenómeno.

4 | La “Forme” y la percepción.

0Nuestro filósofo se acogió al marco proporcionado por la Psicología de la Forma que, pese a ser un árbol de raíces podridas debido a su naturalismo y a su causalismo, intentó rebatir el “pensamiento objetivo” (rótulo que recoge al intelectualismo y al empirismo). Éste pretendió convertir el objeto percibido ora en una construcción idealizada que responde a categorías analíticas, ora en un cúmulo de sensaciones que serán ordenadas según unos principios a posteriori. En primer lugar, sigue la senda del comportamiento –circunvalando la problemática perceptiva–, dibujando una tríada que no cuajó, aunque le sirvió para calibrar la importancia del sentido. Conforme sus conocimientos en Fenomenología avanzaban, su foco de atención se deslizó plenamente hacia la percepción, como se hace palpable en el título de su segunda Tesis, Phénoménologie de la perception. Sin embargo, para ser justos, ya en La structure du comportement da prioridad a lo que, en sus Cours posteriores, denominará “Gestalten perceptivas” (Merleau-Ponty 2001, 262) y define la forma como “non pas une réalité physique, mais un objet de perception” (Merleau-Ponty 1942, 155).

0Ahora bien, si en esta primera obra predomina la caracterización de aquélla como el todo que no equivale a la suma de sus partes, en Phénoménologie de la perception el interés recae en el par figura-fondo que deviene el dato sensible característico del acontecer perceptivo, “ce sans quoi un phénomène ne peut être dit perception” (Merleau-Ponty 1945, 10). Recupera en este punto el ejemplo de la mancha al que ya había recurrido en su obra de 1942, incidiendo en el sentido. Creemos que la ejemplificación merece ser reproducida para comprender la importancia de dicha configuración que ordena nuestra constelación perceptiva:

“Soit une tache blanche sur un fond homogène. Tous les points de la tache ont en commun une certaine « fonction » qui fait d’eux une « figure ». La couleur de la figure est plus dense et comme résistante que celle du fond (…) la tache paraît posée sur le fond et ne l’inter­rompt pas. Chaque partie annonce plus qu’elle ne contient et cette perception élémentaire est donc déjà chargée d’un sens.” (Ibid., 9)

0Nos percatamos que la figura es aquello que, en un aquí y ahora con­cretos, posee mayor consistencia, lo que le hace destacar del fondo poroso que, pese a no estar en primera línea, es imprescindible para que pueda darse la figura que sólo es un ser-destacado de lo múltiple destacable. Ambas son las dos caras de una misma moneda, dos troquelados necesarios en cuya conjunción y en su juego intercambiable sobreviene el sentido. Éste es “une pensée assujettie à un certain champ” (Ibid., 251) que, obviamente anuncia más que si fuese analizado de modo fragmentario. Nuestro fenomenólogo aplica también lo indicado a la relación entre lo iluminado y la iluminación (Ibid., 352, 368), pero no vamos a detenernos en ello porque consideramos que poco aporta a nuestro razonamiento, puesto que lo primordial es la estructu­ración en figura-fondo que puede usarse en pares relacionales en los que uno de sus miembros descuelle en un instante y en un lugar concretos. Lo fundamental es entender que Merleau-Ponty no renunciará a esta disposición ni en su último escrito, cuyo título ya lo indica: Le visible et l’invisible. En el mismo, el fondo se trastoca en horizonte potencialmente perceptible y la figura en lo resaltado puntualmente. La Psicología de la Forma, muy diluida, sigue, pues, presente en las que iban a ser sus últimas notas.

0En Phénoménologie de la perception, la percepción se convierte en la modalidad fundamental de la existencia humana en contacto con el entorno, en lo originario lo que implica que “la perception originaire est une expé­rience non-thétique, préobjective et preconsciente.” (Merleau-Ponty 1945, 279). Dicha caracterización requiere ser desgranada para que nos percatemos de la dimensión primigenia que este filósofo galo nos presenta. La no-teticidad hace referencia a la eliminación de la distancia extrínseca entre el perceptor y lo percibido, sin que ello suponga suprimir la diferencia intrínseca a la propia percepción que la hace posible como es la disposición figura-fondo, por ejemplo. Esta divergencia permite que ahora ver un objeto sea sumergirse en él, expandirse en él (Merleau-Ponty 1945, 81) hasta el punto de que el propio cuerpo desaparece ante nuestros ojos (Merleau-Ponty 1945, 275; 1964a, 24) y no se aprehende en el acto de percibir a menos que deje de hacerlo y se dedique a pensar sobre lo acaecido. El protagonismo es de la figura resaltada que nos revela el fondo que siempre la acompaña y que, en otro momento, puede devenir lo destacado. Este trastoque se lleva a cabo sin que medie un pensamiento ya que lo primigenio es el il y a, un hay en el que el sujeto se diluye en el objeto y éste se dilata en el ser que lo divisa sin que quepa introducir aquí ninguna interposición intelectual.

0Dicho movimiento constante entre la figura y el fondo supone que desaparezcan los contornos de tiralíneas que, realmente, no son parte del mundo visible, sino producto de una educación en la que se nos enseña a representar geométricamente aquello que vemos (Merleau-Ponty 1948, 25). Ello no supone caer en el universo viscoso de La nausée de Sartre (1938), pues la propia percepción nos ofrece los medios para que percibamos detalla­damente este lápiz: la perspectiva y la ya mentada ordenación figura-fondo. En el caso de la primera, Merleau-Ponty gusta mucho de usar el ejemplo del cubo que, como adultos, dibujamos con sus seis caras como si todas fuesen visibles, mientras que un niño –aún no viciado por diversas enseñanzas– pinta una, dos, a lo sumo tres (Merleau-Ponty 1968, 49-52, 172-173) porque es lo que efectivamente está percibiendo. Esta es la muestra de la percepción originaria, puesto que, realmente, sólo vemos una cara, apresentando las restantes –que han estado ahí en experiencias pasadas– sin tener que recurrir a su definición de diccionario. Las zonas que ahora no veo son co-presentes con un leve movimiento, un perfilismo inherente al percibir humano hasta el punto de hacerlo posible (Merleau-Ponty 1942, 230) y que está estrecha­mente unido al par figura-fondo. Dicha perspectiva originaria y personal unida a mi estar aquí-ahora no guarda relación con la geometría, de ahí que busque su plasmación en la pintura, en concreto en la de P. Cézanne. Sus lienzos nos engullen en la actitud ordinaria porque nos reconocemos en ellos, nos sentimos cómodos en sus contornos irregulares que varían con una leve inclinación de cabeza (Merleau-Ponty 1948, 23-25) y que, precisamente por ser así, nos hacen creer en su veracidad porque es el perfilismo el que nos permite saber que el mundo que pisamos es real.

0Como anunciamos, la disposición figura-fondo permite la percepción, no sólo como acontecer, sino en detalle porque es esencial a ésta que la cosa resalte como figura de un fondo difuminado. En una nota de trabajo de octubre de 1959, Merleau-Ponty recoge este hecho al aseverar que “Je décris la perception comme système diacritique, relatif, oppositif” (Merleau-Ponty, 1964a 267), definición idéntica a la que un mes antes había proporcionado de la Gestalt. Los calificativos mentados inciden en la intrínseca relación entre lo percibido y lo perceptible, así como en su intercambio, trueque en el que surge un sentido de lo ganado y de lo perdido. Lo traspapelado es ese fondo que no es otro que el mundo entero (Merleau-Ponty 1945, 279) sin el cual no cabría la percepción, el contraste que implica que la percepción actual arrastra las pasadas y las futuras en las que el fondo devendrá figura. Así, “Voir, c’est ne pas voir” (Merleau-Ponty 1964a, 278) porque en la visión del objeto destacado está incluida la del universo potencialmente perceptible. Repetimos: un pequeño movimiento, una ligera variación de mi cuerpo hace que lo otrora escondido emerja y sea percibido mediante perfiles. Pero, ¿Cómo unir este armazón para que, efectivamente, percibamos un lápiz sin introducir categorías intelectuales? Merleau-Ponty propone una síntesis de transición o de horizonte (Merleau-Ponty 1945, 380) de carácter eminente­mente práctico en la que una perspectiva se desliza hacia la otra y nos revela la otra cara, hasta entonces co-presente. Esta faz remite a otros perfiles que, a su vez, apuntan a otros, los cuales refieren a otros y así en un proceso sin fin que nos hace comprender el apelativo “de transición” asociado a la síntesis: nada hay definitivo porque lo concluso responde al concepto, no a la urgencia de la vida cotidiana.

0La no-teticidad perceptiva nunca es abandonada, aunque lógicamente sufre una evolución conforme profundiza en la Fenomenología y se adentra en el terreno ontológico convirtiéndose en “fe perceptiva” –según Strasser (1986, 505), de claro cariz husserliano– en doxa (Merleau-Ponty 1964a, 49). Pero, ¿En qué se confía en el caso de la percepción? Para que sea factible ésta, es fundamental la estructuración en figura y fondo y hemos indicado que este último es el mundo en su totalidad. Por lo tanto, esa fe (ciega) es creer en la existencia de éste que, además, se oferta en mi sentir, pero también es considerar que “Nous voyons les choses mêmes, le monde est cela que nous voyons” (Ibid., 17). Incluso cuando nuestro filósofo acomete una profunda reforma de la ontología, no duda en mantener uno de los postulados de la Psicología de la Forma, añadiéndole un carácter de veracidad a aquello que se nos da de este modo.

0Como aseveramos con anterioridad, la percepción es originaria, lo que supone su no-teticidad, pero también su preobjetidad y su preconsciencia. Con el segundo rasgo, Merleau-Ponty pretende incidir en que el hecho per­ceptivo es un fenómeno que no se pliega a las categorías tradicionales asociadas a la dicotomía conciencia-objeto y que no puede ser explicado mediante la intelección o con conceptos aprióricos. Se trata de un caso de intencionalidad operante, de un vaivén con retorno hacia lo otro de sí en el que el cuerpo se expone. El pensamiento deja paso a “La perception, qui est événement, ouvre sur une chose perçue qui lui apparaît comme antérieure à elle, comme vraie avant elle” (Merleau-Ponty 1969, 172). Pero, además, este fenómeno es preobjetivo porque es aprehensión de un territorio en el que no tiene cabida la divergencia de sujetos y objetos porque es el país de lo naciente, “la couche primordiale où naissent les idées comme les choses” (Merleau-Ponty 1945, 254). Por ello, la percepción es la única que nos per­mite acceder, sin constituirlo, al mundo primigenio previo al espacio euclídeo, a las posiciones, a ese universo donde “Rien ici n’est thématisé. Ni l’objet ni le sujet ne sont posés.” (Ibid., 279). Nos permite, en definitiva, adentrarnos en el logos endiathetos (Merleau-Ponty 1964a 224) que es sustento primordial de la palabra, de la razón, de la existencia humana envueltos en las brumas del silencio que su filosofía pretende captar (Merleau-Ponty 1964a, 18). En dicho estrato no caben las diferencias, sino un ser bruto, salvaje (Merleau-Ponty 1995, 286; 1964a, 223) que, nueva­mente, Cézanne supo plasmar. Su pintura pone entre paréntesis nuestros hábitos humanos de clasificar los objetos que nos acompañan (de uso, culturales, inútiles, etc.), nos lanza a un mundo sin atributos con el que no estamos familiarizados, que nos perturba al tiempo que nos atrapa (Merleau-Ponty 1948, 28). Es este trasfondo siempre ahí el que permite el sentido que se origina en el contraste, en la permuta entre la figura y el fondo; es ese fino tejido intersticial entre la mano que somos y el lápiz que sostenemos. Por eso, la máxima filosófica proclama “il y a du sens” (Merleau-Ponty 1945, 342) que se revela en el darse perceptivamente.

0El tercer rasgo de esta novedosa percepción que Merleau-Ponty dibuja a lo largo de toda su obra es el de la preconsciencia que, inmediatamente, relacionamos como algo anterior a la conciencia, el territorio de la “irracio­nalidad”, en cuyo caso la filosofía poco tendría que decir y su mejor respuesta sería el mutismo responsable. En cierto modo, este calificativo incide –como ya hiciera la preobjetividad– en que el fenómeno perceptivo no cae bajo el dominio de la aprehensión intelectiva, sino que es vivencia del objeto desde su propio interior (Merleau-Ponty 1995, 272 n.b) que nos posibilita asistir al alumbramiento de un logos naciente. Percibir es, pues, un acto preconsciente en cuanto previo al pensamiento, el cual no es reclamado cuando el perceptor comunica con lo percibido. En ese instante, el mundo se organiza en figura-fondo, iniciándose todo el proceso que hemos intentado explicar en las páginas precedentes. Pero, además, consideramos que con este atributo de la percepción Merleau-Ponty pretende señalar que ésta no está relacionada con el cogito, sino que está imbricada con el nuevo pre-sujeto que se dibuja entre sus líneas: el cuerpo fenoménico. Con él carecen de valor el mecanicismo, el partes extra partes, etc., porque es una corporalidad internamente vivenciada como una totalidad que se dirige a su entorno como tal, como queda refle­jado en el esquema corporal –una Gestalt, como vimos–. Cada miembro de este cuerpo que somos se articula en función de la acción a realizar, desta­cando unos en detrimento de otros y su derredor deviene su otra cara que sólo existe en tanto que se da este soma viviente que lo percibe (Merleau-Ponty 1945, 369-370). Ambos, cuerpo y mundo, se hacen en su diálogo continuo, fuera del cual nada cabe afirmar. El primero posibilita la presencia perceptiva del segundo, un carácter fundamental del que, en muchas ocasiones, sólo somos conscientes cuando la enfermedad convierte a la corporalidad en barrera insoslayable (Merleau-Ponty 1964a, 24). Pero este comunión con la naturaleza es, como todo lo intencional, de doble dirección ya que si, por un lado, el cuerpo nos oferta su entorno, éste le devuelve una percepción de su ser propio (Merleau-Ponty 1945, 239), una reversibilidad esencial para que los dos se conozcan en su contacto hasta el extremo de conformar un quiasma (Merleau-Ponty 1964a, 268) o unión indisoluble que admite la diversidad de posiciones. Esto nos indica que el mundo llama al cuerpo al par que éste responde a su reclamo recordando la primera percepción o Memoria del mundo (Merleau-Ponty 1945, 84).

0En páginas precedentes hemos hecho hincapié en la radicalidad de la configuración figura-fondo que varía con un leve movimiento del cuerpo que somos, ofertándonos así una nueva constelación de resaltes y oscuridades. Introducir dicha ordenación que es deudora de una corporalidad viviente, supone otorgar un papel esencial al espacio y al tiempo porque, como hemos repetido con anterioridad, la figura es lo que destaca en un aquí y ahora concretos. Por ello Merleau-Ponty tratará de las Gestalten temporales (Merleau-Ponty 1948, 87), aunque pronto conferirá mayor importancia a las espaciales, con la salvedad de que éstas incluyen a las primeras de modo que el tiempo nunca es dejado de lado (Ibid., 88, 91). En este punto hay que ser cuidadosos porque se mantienen los rótulos tradicionales, pero, debido a los cambios introducidos desde su Opera Prima, el contenido de los mismos varía considerablemente. En primer lugar, hay que tener en cuenta que el sujeto al que le acontece el percibir es un cuerpo vivido con una espacialidad de situación, no de posición. Ello supone que tiene un peculiar modo de autointerpretarse ya que siempre se percibe del mismo lado, habiendo, incluso, partes de él que son inaccesibles sin ayuda de un espejo. No es un conjunto de órganos yuxtapuestos, sino que es una Gestalt aprehendida en primera persona y de manera global por lo que sus diversas “partes” están envueltas unas en otras (Merleau-Ponty 1945, 114). Esto impide que la mirada diseccionante de una actitud analítica sea primaria porque no hay distanciamiento entre un yo y las distintas zonas corporales. Somos cuerpo y las categorías del espacio objetivo no pueden ser aplicadas al no ser una cosa más entre otras. Aquél crea su propia espacialidad (Ibid., 119) y, en su contacto con el mundo, redefine continuamente su arriba, su abajo, su izquierda y su derecha, una mutación constante que, desde luego, no deja indiferente a la naturaleza con la que comulga. En dicho moverse y arrastrar con ello un privativo eje de coordenadas, los objetos del derredor se ven alterados en su ser figura o fondo. Si estoy aquí, delante de mí está el ordena­dor que deviene así lo destacado, quedando el lápiz, las fotos en el ámbito de lo relegado, una situación que puede trastocarse con un simple cambio de mi mirada. Las posiciones absolutas (x,y,z) no tienen cabida en este sistema en el que pretendemos ubicarnos en la capa primigenia donde cuerpo y mundo están estrechamente hermanados.

0Consideramos que la espacialidad característica del pre-sujeto carnal es esencial para comprender el peculiar estatuto espacio-temporal que Merleau-Ponty asigna finalmente a la Gestalt:

“La Gestalt n’est pas un individu spatio-temporel, elle est prête pour s’intégrer à une constellation qui enjambe sur l’espace et du temps, − mais elle n’est pas libre à l’égard de l’espace et du temps, elle n’est pas aspatiale, atemporelle, elle n’échappe qu’au temps et à l’espace conçus comme série d’événements en soi, elle a un certain poids qui la fixe non sans doute en un lieu objectif et en un point du temps objectifs, mais dans une région, un domaine, qu’elle domine, où elle règne, où elle est partout présente sans qu’on puisse dire jamais : c’est ici. Elle est transcendance.” (Merleau-Ponty 1964a, 258)

0Permita el lector que hayamos introducido un texto extenso, pero lo juzgamos necesario ya que en el mismo puede observarse el titubeo merleau-pontyano al exponer un tema tan espinoso, al par que, lentamente, se dibuja su posición. Como existente, la Gestalt participa de las propiedades del mundo físico como son el espacio y el tiempo, pero aquélla no puede ser calificada como espacio-temporal porque no es una cosa, sino una organi­zación de sentidos. Prevalece, pues, como tal, lo que supone que no es factible aplicarle el cañamazo conceptual del espacio euclídeo, pero tampoco es ajeno a él porque es una existencia (transitoria). La solución es entender que, subyacente al eje de coordenadas (x,y,z) que utiliza la Ciencia para ubicar un objeto, hay una espacialidad vivida que emana de un cuerpo viviente que es el perceptor por excelencia. La Gestalt no está en ningún aquí concreto, sino en todas partes porque, con el movimiento corporal, desaparece y resurge en otro lugar que no se corresponde con ninguna ubicación física. Obviamente, puede afirmarse que a las 16.00 horas en mi despacho he destacado el lápiz, permaneciendo el resto de la habitación como fondo, pero es una aseveración absurda porque segundos después del lapicero solo queda el recuerdo. Este modo de lenguaje únicamente tiene sentido para los científicos que quieren catalogarlo todo en una cuadrícula y, como existente que es, podría utilizarse, incluyendo numerosas matizaciones. La Gestalt es espacio-temporal en ambos niveles, pero primigeniamente en el de situación, donde ella reina porque va de la mano de la corporalidad fenoménica que la pergeña. Trasciende, pues, la malla conocida para acomodarse en la ingénita al cuerpo que somos.

0Percibir espacialmente no implica referirse solo a la izquierda-derecha, arriba-abajo, sino que, como cuerpos situados en el mundo, aprehendemos nuestro derredor dotado de profundidad en el que lo percibido “aparece” con un mayor o menor tamaño, etc. Merleau-Ponty se ocupará de estos factores desde su temprano “Projet” en el que considera que variando el color del fondo, la visión de lo profundo se modifica, incluso desaparece (Merleau-Ponty 1996, 28). Así, un punto blanco en una periferia negra nos oferta la sensación de lejanía, mientras que su inverso nos trae la cercanía, lo que, una vez más, nos coloca ante la importancia de la disposición figura-fondo. Pero, ciertamente, en nuestra vida cotidiana no realizamos estos exámenes, sino que, simplemente, habitamos naturalmente nuestro mundo sin introducir elementos mediadores. Así, si estamos paseando o conducimos, la ruta “est aussi large qu’à courte distance, puisque c’est la même route, et elle ne l’est pas, puis je ne peux nier qu’il y ait une sorte de ratatinement perspectif. Entre elle et la route proche, il y a identité et pourtant (…) passage de l’apparent au réel, et ils sont incommensurables” (Merleau-Ponty 1964a, 40). Nuevamente, nos topamos con un Merleau-Ponty que se mueve entre dos paradigmas, el clásico y el que está intentando pergeñar, porque la profundidad y el tamaño asoman aquí como existentes, pero como susceptibles de desaparecer. El camino que prosigo es el mismo a corta que a larga distancia, aunque en este último caso el fondo me ofrece las cosas más pequeñas en lontananza (fenómeno perspectivo). Pero este menor tamaño no es real (el árbol que atisbo mide siempre lo mismo), es fruto de nuestro percibir por perfiles y de la esencial estructuración en figura-fondo. La anchura, la profundidad, etc., son factores aparentes que configuran mi mundo, lo que no implica modificar la realidad de la cosa avistada. Sin embargo, es de este modo como la naturaleza se me oferta a este cuerpo que soy y en cuyo contacto aflora el sentido. Poco más se puede afirmar.

5 | Una conclusión imposible: de una filosofía de la forma a la ontología de lo visible.

0A lo largo de estas páginas hemos procurado mostrar cómo Merleau-Ponty se acercó a la Psicología de la Forma para deshacerse del “pensamiento objetivo” que atenazaba la filosofía de su tiempo y no permitía ni un nimio avance. En La structure du comportement entabla un diálogo con Koffka, Köhler, Wertheimer, etc. –que proseguirá en sus Cours–, figuras en las que encuentra unos interlocutores válidos para encontrar una vía de escape al intelectualismo y al empirismo para dar cuenta del mundo que habitaba. Comienza enlazando la Gestalt con el comportamiento, pero, como filósofo joven e inquieto, le parece inadecuada la división entre conductas simples y complejas por lo que propone una terna de formas (sincrética, amovible y simbólica) que no sobrepasaron los límites de ese primer escrito. Sin embargo, en la última irrumpe con fuerza el sentido, noción que devendrá capital en Phénoménologie de la perception, una de sus obras más relevantes en la que ya está imbuido de Fenomenología como ciencia descriptiva de lo que hay en su modo de darse. En la misma, el sentido se torna el tejido intersticial en el que el pre-sujeto cuerpo y el derredor comulgan, así como aquello que se revela en el trueque de posiciones entre lo destacado y lo virtualmente destacable. Allí la percepción es definida como originaria, i.e., como no-tética, preobjetiva y preconsciente, rasgos que hemos explicitado. El primero nos ha permitido contactar con el perfilismo y con la centralidad de la confi­guración figura-fondo que, a la larga, será la huella que la Gestalttheorie deje en el quehacer merleau-pontyano, un modo de aparecer que requiere de una corporalidad vivida con una espacialidad de situación capaz de remodelar sus aledaños con un simple movimiento en el que lo que descuella varía y el fondo muta. Dicha estructura perdurará en Le visible et l’invisible, notas dispersas en las que la periferia se transforma en horizonte, el cuerpo en carne y el sentido en lo percibido naciente en el quiasma corporalidad-mundo.

0Como podemos observar, las raíces de la Psicología de la Forma son más profundas de lo que, en un primer momento, pudiera creerse, llegando a conservar el contraste mentado pese a cambiar el marco ontológico. Poco más quiso mantener debido al innegable naturalismo y causalismo de esta Escuela, dos características que la convierten en un edificio putrefacto a superar volteando la ontología heredada desde los tiempos cartesianos. Culminado su doctorado, comienza a vislumbrar la necesidad de un cambio más profundo observando las telas de Cézanne, pintor que será el adalid de su comprensión de la percepción, lienzos en los que advierte el ser bruto previo a toda categorización diferenciadora y que, en última instancia, será la fuente del sentido, del mundo, de la razón… De ese silencio aún no se ha dicho la última palabra, al igual que todavía queda mucho por indagar acerca de la fuerte influencia de la Gestalttheorie en sus líneas –por ejemplo, en su consi­deración del cine, de la pintura, del marxismo–. Considérense estas páginas como un primer peldaño en una escalera de análisis que acometer en un futuro en las que confiamos que su filosofía de la forma quede dibujada con los conceptos de su ontología de lo visible. No cabe, pues, punto final, sino un punto y seguido para que Merleau-Ponty pueda mostrarnos su pensa­miento inscrito en los intersticios de sus palabras, en las pausas y en los silencios que tanto le agradaban.

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Publication details

Published in:

Stawarska Beata, Flack Patrick (2018) Merleau-Ponty and structuralism. Acta Structuralica Special Issue 2.

Pages: 5-26

DOI: 10.19079/actas.2018.s2.5

Full citation:

Trilles Calvo Karina (2018) „M. Merleau-Ponty y la Gestalttheorie: hacia una filosofía de la forma“. Acta Structuralica 2, 5–26.